Hay
quien dice que todo el mundo merece una segunda oportunidad. Quizás, lleven
razón, todos cometemos errores a lo largo de nuestra vida, y aprendemos de
ellos, somos más sabios, pero, también podemos cometerlo una segunda vez. Ya se
sabe, “segundas partes, nunca fueron buenas”, esta no iba a ser especial.
Pero
bueno, empecemos por el principio, que sino, nadie se entera de nada.
A veces, conoces a gente que no tomas en cuenta, que conoces sin darle
importancia, pero puede llegar un día en el cual ese alguien que conociste te
llamé la atención. Esto puede ser por cualquier razón, ¿hay una ley donde se
establezca las condiciones para ser interesante? El caso es que te hace reír
como nadie, te hace olvidar los problemas, te hace sentir bien, como hacía
tiempo que no te sentías. Tienes esa chispa que habías perdido, te levantas
risueña y deseando tener noticias, a veces tardan más, otras veces menos pero
siempre acaban llegando. Pero un día las noticias desaparecen… Y con ello todo
lo que te hacía sentir. Lo pasas mal, está claro, pero lo superas, tampoco te
estas muriendo. Aprendes a ver las cosas de otra manera y a disfrutar de la compañía
de tus amigos, además echas de tu vida a todo fantasma anterior que estaba rondando.
Todo parece ir bien, me atrevería a decir que mejor que nunca. Te has
encontrado a ti misma.
Y de
repente, como bien se dice, “quien se fue sin ser echado, vuelve sin ser llamado”.
Y esa persona que apareció de repente, vuelve. Y te explica sus razones para
irse. Eres desconfiada, ciertas cosas que te han pasado te han hecho ser así,
pero solo aparentemente. Ahora sacas más que nunca tu gran defecto llamado
orgullo, y no toleras ni lo más mínimo, hablas entre borderia e indirecta con
él, hasta que te quitas esa barrera, la única que tenías… Y caes, te ilusionas
y vuelves a sentir todo lo que sentías antes, vuelves a querer saber noticias
de él, pero con un poco más de orgullo, “¿CÓMO VOY A HABLARLE YO? Que me hable
él que para eso se fue, jum”. Así te defiendes de lo que ya no hay vuelta
atrás, porque ya has caído, estás dentro, quieras o no. Como no era de esperar,
te rayas más que la persiana de tu cuarto, y haces la pregunta estrella, que no
es otra que… ¿intenciones?. La respuesta
es justo la que no quieres oír. Te sientes idiota, tonta, pero doblemente,
porque ya ocurrió una vez, y has vuelto a caer. Así que, no hay nada mejor que
hacer que desahogarse.
¿Y
entonces qué pasa? Eso quisiera saber, que es lo que pasa, porque lo que
obtienes es contradictorio. No sabes cómo tomártelo. Ahí está, ahora descífralo.
¿Volvemos al principio, o quizás ya
hemos salido de todo esto? No lo sabes, pero encontraras la manera de saberlo.
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